lunes, 20 de junio de 2011

Información

Las pruebas fijadas (1ero A, 1ero D y 3ro C) que no podrán tomarse en la fecha estipulada por motivos de las movilizaciones estudiantiles, se tomarán luego de normalizadas las actividades. ¡Qué tengan una buena semana!

viernes, 17 de junio de 2011

Material Imperialismo Primeros Medios

Esta es la reproducción de la guía extraída de Saladehistoria.com y que nos sirve como material para estudiar el Imperialismo del siglo XIX.


El Imperialismo
El término imperialismo se refiere de manera general a todo tipo de dominio político y 
económico que ejerce una nación poderosa sobre otra más débil, la cual se convierte 
en colonia de la metrópoli imperial. En el contexto de la segunda revolución industrial, 
el imperialismo se manifiesta principalmente a partir del último tercio del siglo XIX, 
cuando las economías capitalistas europeas experimentan un proceso de concentración 
monopolista.
Al comenzar el siglo XX, Europa dominaba la casi totalidad de África y Oceanía, el Sur 
y Sureste de Asia, además de la extensa Siberia. Más de la mitad del mundo estaba 
sometida al control europeo. El 65% de la población del planeta vivía bajo el poder de 
los gobiernos coloniales.
Causas de la expansión colonial europea
Las más importantes fueron económicas, relacionadas con la Segunda Revolución 
Industrial. El exceso de producción hacía necesaria la creación de nuevos mercados 
que adquirieran lo que ya no se podía vender en Europa. Las colonias facilitaban 
materias primas abundantes y baratas para las fábricas y para el consumo de los 
europeos; por otra parte, eran lugares donde invertir favorablemente sus capitales. 
Todas estas ventajas impulsaron a los gobiernos europeos a controlar el máximo de 
territorios.

Hubo también causas demográficas: la población europea conoció en estos años un 
gran crecimiento, que encontró una salida en la emigración a las colonias. También el 
deseo de engrandecimiento territorial empujó a los países a reforzar su prestigio con 
las nuevas conquistas.

Las metrópolis se beneficiaron económicamente, en tanto que las colonias perdían sus 
riquezas, explotadas por los europeos. La economía de las colonias se organizó sin 
atender a las necesidades de la población indígena. Se mejoraron los transportes 
(puertos, ferrocarriles, carreteras), pero sólo con vistas a obtener más beneficios. Se 
introdujeron las costumbres y formas de vida europeas, mientras que las indígenas 
fueron despreciadas. Hubo aspectos positivos, como la introducción de  la medicina 
moderna y la eliminación de la esclavitud; pero predominaron  los negativos, como la 
segregación racial, los trabajos forzados; la creación de reservas para los nativos o el 
exterminio de éstos en alguna zona.
Aunque Europa recibió grandes beneficios económicos, los enfrentamientos surgidos en 
el reparto colonial fomentaron la tensión ya existente, que conduciría a la declaración 
de la Primera Guerra Mundial.

El imperio británico
Aunque la expansión colonial de Inglaterra se inicia desde la primera década del siglo 
XIX, en busca de mercados en América del Sur, India y China, es durante el periodo 
1850 – 1914 cuando ocupa un lugar de predominio entre las potencias industrializadas 
y, por lo mismo, llega a ser la nación capitalista con el dominio imperial más vasto que 
a principios del siglo XX disponía de un imperio de 33 millones de kilómetros cuadrados 
con 450 millones de habitantes, aproximadamente la cuarta parte de la población 
mundial.
El reinado de Victoria I (1830 – 1901) se vio engrandecido con la enorme expansión 
del imperio, en el que se distinguen dos tipos de territorio: los “dominios” y las “zonas 
de explotación”. Los primeros eran zonas de poblamiento, es decir, las preferidas por 
los emigrantes británicos para instalarse de forma definitiva (Canadá Australia, Nueva 
Zelanda, África del Sur). Las colonias de explotación suministraban materias primas y 
carecían de autonomía política, sometidas al control de un virrey o gobernador 
representante de la Corona británica (India y África).
La India es el eje del imperio, administrada desde 1777 por la Compañía inglesa de las 
Indias Orientales, juega un importante papel en la economía británica, a la que 
suministra algodón, yute, trigo, aceites y té.
En África, Gran Bretaña se anexiona importantes y bien distribuidos territorios, entre 
los que destacan Egipto, enclave estratégico tras la construcción del canal de Suez 
(1869).
Las colonias compraban, una vez elaborados, los mismos productos que ellas habían
vendido a bajo precio sin elaborar, de manera que le proporcionaban a la metrópoli 
riquezas y le aseguraban mercados donde colocar sus productos.
Las demás potencias europeas siguieron los pasos del Reino Unido y, durante la 
segunda mitad del siglo XIX, intentaron crear su propio imperio colonial. África era, en 
1870, un continente desconocido, y en 1914 estaba totalmente repartido, salvo Etiopía 
y Liberia. Esta distribución provocó los primeros choques entre los países colonialistas.